Julio, director de banca y promotor, no puede soportar la brutal muerte del tío Toni y termina desmoronándose, sufriendo una fractura en su espíritu y en toda su persona que solo logra aliviar cuando acude a cuidar a las tres podencas del anciano muerto. A partir de ese momento él y las perras se harán inseparables. Julio llegará a renunciar al contacto con los humanos, llegará a creer que es un hijo de la serranía y terminará adoptando a una galga barcina y a un ratonero valenciano. Se refugiará en la Sierra Calderona y allí, rodeado por su fiel manada iniciará un viaje hacia lo animal, hacia lo visceral, hacia lo atávico.
Pedro Bonache Meliá