Cuando aprendí a habitar el sueño, esto es, cuando me di cuenta que podía generar un tipo de consciencia en esta dimensión que muchos llaman inconsciente, amplié un mundo por una multiplicidad de mundos, es decir, lógicas diferentes, modos de funcionamiento y de explicación del acontecer, conviviendo como en una simultaneidad de planos co-sustanciales pero con singularidades a descifrar dentro de su propio desenvolvimiento.
Los soñadores, lejos de ser ilusos o locos que confunden los planos de la realidad, lejos de estar dormidos, intentan entender y crear la realidad desde otros puntos de vista.
Cuando el individuo logra elevarse para conseguir el nexo y activar la creancia, no le hace falta recostarse en un lecho para experimentar un mundo maravilloso. Cuando el individuo atraviesa las barreras por sus propias puertas expande un ethos hasta entonces regido por la inteligencia construida por leyes de entendimiento poco dinámicas.
En el sueño, el tiempo no corre ni va hacia una dirección determinada, sino se dilata y divide: vive. Las divergencias del tiempo estimulan la voluntad que crea, y, por ello, esta se individua a sí misma haciendo nacer una forma de vida hasta el momento inédita.
Sin la mirada artística este libro sería imposible, y, a la vez, sin el camino onírico la mirada artística sería ciega.
