Una de las cosas que más me gustan de los cubanos son sus chascarrillos llenos de gracia caribeña, que dicen mucho con muy poco. Y, de sus miles de expresiones, la que más me inspira es la siguiente: Se formó un arroz con mango. ¿Y en qué contexto se utiliza? Pues como sinónimo de lío o de follón, o en términos elegantes, «combinación insólita de elementos». Pues bien, el libro que ahora sujetas es un perfecto ejemplo de un «arroz con mango» y de ahí que no encuentre un título más acertado.
Poemas, relatos, imágenes y meditaciones sin hilo conductor ni temática común y que nunca tuvieron la vocación de ser compartidos. Todos ellos fueron escritos por pura necesidad fisiológica, para descargar mis emociones y mis inquietudes en un papel y así sacarlas de mi pecho o de mi cabeza. Porque, a veces, escribiendo es la única manera que tengo de entenderme a mí mismo...
Por eso, querido lector, te ruego que me leas con cariño y a sorbitos. Lo que tienes entre manos es un pedacito de mi intimidad y me siento un poco vulnerable al desnudarme ante un desconocido. Sin embargo, espero que cuando termines el libro sientas lo que también siento ahora mientras me sujetas: que es un placer haberte conocido.
Gracias.
Guillermo Shelly, madrileño de nacimiento y toledano de adopción, es un cantautor de los de antes. Con sus letras originales, sus armonías elegantes y sus melodías pegadizas se intuyen en este joven cancionista las influencias de los grandes poetas de la canción como Joaquín Sabina, Jorge Drexler o Javier Ruibal.
En Arroz con mango, su primera aventura literaria, Guillermo Shelly deja a un lado su guitarra para mostrarnos su faceta más íntima y desconocida: la de escritor y poeta. Un libro escrito desde el corazón por este joven creador comprometido con la palabra en todas sus manifestaciones y que destila sensibilidad, profundidad y buen gusto.
