Ya sea porque los hábitos condicionan el gusto; porque el cariño es un ingrediente que no se puede reemplazar; porque la experiencia convierte en natural lo que para unos ojos inexpertos es un misterio, transformando los gramos, grados y minutos en “pizcas”, “lo que necesite” o “hasta que esté”; o porque la edad alimenta la melancolía, pero no hay comida como la de una madre. En cualquier caso, esta frase hecha se convierte en una realidad indiscutible cuando a una gran madre se le suma una cocinera insuperable.
Higinia Martínez Martínez