Ella vivía en una habitación pequeñita llena de ventanas. No siempre eran las mismas.
A veces, estaban muy altas, tanto que no podía asomarse. A veces, muy abajo, tanto que tenía que agacharse. A veces, eran grandes y la asustaban. A veces, muy pequeñas y no le cabían los ojos. Pero siempre siempre había ventanas.
Había muchas historias en ellas. Familias llenas de niños. Grupos de amigos. A algunas les había tenido mucho cariño. Otras las hubiera querido no ver si hubiese podido. Pero siempre siempre acababan desapareciendo después de un tiempo, sin darle la oportunidad de despedirse o de saber qué hacer con lo que había visto.
Y allí se quedaba. Sentada en el suelo de una habitación vacía en la que solo había ventanas. Este libro recopila todo lo que vio desde una de ellas.
Elena Jarrín Panero fue la mediana de tres hermanos. Hija de Oliva Elidia y Pedro, nacida al cuidado de su hermano Juan José. Luego, fue ella quien cuidó a Raúl.
Elena se perdió en su camino y murió a la tierna edad de veintiséis años, uno menos de los que la autora de este libro tiene en el momento de su escritura. A ti, tía mía.
Los niños crecen.
Los recuerdos se olvidan.
Los días cambian.
Los sentimientos nacen.
Las lágrimas se secan.
Los abrazos se sienten.
La vida se respira.
Por si me pierdo en el camino.
