¿Por qué nos gusta Sherlock Holmes?
Hay tantas respuestas como lectores posibles y José Luis Errazquin nos ofrece las suyas cuando busca suicidas bajo el puente de piedra y camina por las calles de un Londres extinto (o tal vez no), golpeando los adoquines con su bastón. También cuando mide escaleras y rebusca en un baúl inmenso, lleno de páginas y dibujos, en pos de una explicación tan válida como cualquier otra, mientras aparta diamantes y submarinos, epitafios y cascos puntiagudos de prusiano; mineros con la cara negra y el verde de Irlanda, raíces diabólicas, camelias enfermizas o incluso las enaguas de seda y puntillas de Sarah Bernhardt recostada viva en su ataúd.
La Sociedad de Mendigos Aficionados de Madrid