Cada ser es un peregrino caminando hacia la flor de la aurora, nacida entre los matorrales de la sombra. Y sus pasos no acabarán nunca, pues no tiene fin este camino, ni principio. La liberación se hace espejismo, probando sus fuerzas, que no tienen límites si se vuelve vacío, como la flauta de caña que nada encierra en sí, y acoge la música del viento, y por eso mismo es viento.