En psicología social es conocida la tendencia humana a continuar las tradiciones, muchas veces, sin cuestionarlas: somos “animales de manada”. Sin embargo, cuando lo que hacemos es muy diferente a lo que hace la mayoría en nuestra cultura, enfrentamos miedos —algunos ancestrales— grabados biológicamente: el que se queda solo es comido por los depredadores. Seguimos ciertas normas, aunque no estén escritas, porque las hemos internalizado y creemos ciegamente que nos protegen como individuos.
Si aplicamos esto a la escolarización libre, podemos sentir que estamos cuestionando a nuestra manada, a nuestra tribu. El planteamiento es tan diferente y minoritario, que surge el temor a la exclusión social y se activan las alarmas: ¿estaremos haciendo daño a nuestros hijos e hijas por el simple hecho de permitir libertad en el aprendizaje académico?