Vivir por un tiempo fuera de tu país, cuando es por voluntad propia y no empujado por la necesidad, puede ser una experiencia enriquecedora. Te proporciona otra visión diferente de las cosas. Te abre los ojos y la mente a nuevas formas de vida. Te da la posibilidad de conocer otros paisajes, otras culturas, otras gentes.
Aprendes a valorar lo que tienes y lo que has dejado atrás, y adquieres una nueva dimensión de las relaciones familiares.
Te ayuda a desprenderte de los prejuicios y a ser más tolerante con los demás.
Y la oportunidad de aprender un nuevo idioma.
Toda una experiencia que nunca olvidarás.