Para Flor-Ka, pseudónimo bajo el que se abriga la autora, un poeta, para ser bueno, ha de ser póstumo. Pero con esta primera obra literaria, esta colmenareña soñadora quiere, antes de morirse, “echar sus versos del alma”.
Con marcadas influencias que no escaparán al lector, plasma una poesía de estilo trovadoresco y llanto descarnado.