El juego ha estado siempre presente en nuestras vidas. Los niños y niñas dedican una enorme cantidad de tiempo a jugar, una manera natural de relacionarse con el entorno y aprender.
En algún instante del proceso educativo el juego se elimina a partir de ciertas edades para mecanizar y automatizar el aprendizaje. Parece una pérdida de tiempo, un distractor de algo más importante como el estudio o el trabajo personal.
Hoy en día algunos maestros y maestras entienden el juego como una herramienta que puede favorecer el desarrollo y el crecimiento del individuo. El juego nos invita a descubrir, construir, investigar y resolver situaciones complejas. En él podemos descubrirnos a nosotros y aprender a relacionarnos con los demás, potenciar diferentes habilidades, asumir pequeños riesgos que ayudan a comprender la realidad y el medio en el que se habita.
Esta publicación está dirigida a docentes que deseen desarrollar su actividad desde un punto de vista lúdico, buscando medidas adecuadas para la atención a la diversidad a través de la inclusión.