El sufrimiento humano es un escándalo que parece negar el amor que Dios nos tiene. Y que escandaliza especialmente cuando el mal atenta contra la misma dignidad humana.
No resulta fácil comprender lo que en ocasiones parece el silencio de Dios, ni la aparente apatía de quien es omnipotente Señor de los ejércitos. No resulta evidente encontrar en la cruz la respuesta de un Dios todopoderoso ante el drama de la humanidad caída.
La urgencia de la santidad es fruto del esfuerzo del autor por mostrar que, pese al sufrimiento humano y a través de él, lo que se vislumbra es la gloria de la cruz y el tierno rostro de un Dios providente enamorado de su criatura.