Marco Tulio Cicerón (106 a. C-43 a. C.) nace en Arpino en el seno de una familia del orden ecuestre. Recibe desde la infancia una esmerada formación oratoria que completa con el estudio del derecho con el jurisconsulto Mucio Escévola. Una estancia en Grecia entre los años 79 y 77 le sirve para completar su formación tanto retórica, con Molón de Rodas, como filosófica, frecuentando a los académicos y a los estoicos. El año 75 comienza el cursus honorum, cuyos hitos más destacables son su consulado del año 63 y el gobierno de Cilicia del año 53. En la guerra civil entre el Senado y César, toma partido por el orden republicano. Cuando César vence en Farsalia, perdona a Cicerón, que se retira de la vida política. Muerto César, Cicerón reemprende la actividad atacando a Marco Antonio con sus Philippicae, acción que le costará ser declarado enemigo público por los triunviros, siendo ejecutado el año 43.
Si la actuación política de Cicerón es controvertida, sin embargo, su obra literaria está fuera de toda polémica, pudiéndose decir sin ninguna duda que es el prosista más grande y más influyente de la literatura latina. Su producción oratoria es enorme y, en el caso de los discursos forenses, rivaliza, cuando no supera, los modelos griegos. Discursos como Pro Archia poeta, Pro Sexto Roscio, In Verrem, Pro Balbo, Pro Marcelo, por citar solo algunos ejemplos, son cumbres tanto por su lenguaje como por su perfecta construcción. En el discurso político, sus Catilinarias son un monumento que ha retado a generaciones de estudiantes de latín hasta nuestros días. Aunque Cicerón fue un hombre de acción, durante los años de inactividad forzosa a que le condenó la victoria de César pudo escribir una cantidad no pequeña de tratados retóricos y filosóficos. En sus tratados filosóficos, uno de los cuales es el texto que traducimos en este libro, Lelius, de amicitia, fija el lenguaje filosófico en lengua latina. Todos los que posteriormente escribirán sobre estos temas, como Séneca o san Agustín, tienen esa deuda con él. El descubrimiento de parte de sus cartas por Petrarca en 1345 completa el conocimiento del autor que hasta entonces se tenía, siendo sus numerosas cartas un modelo de lenguaje epistolar y un testimonio histórico de primer orden. Cicerón, en su persona y en su obra, ejemplifica las capacidades y limitaciones del humanismo tal como lo entendían los romanos, humanismo que se erige como un faro para iluminar la cultura occidental hasta nuestros días.