Darío se reúne con sus inseparables Elena y Pablo en el patio del colegio. Es el último día de curso y no volverán a la escuela hasta septiembre. Están ilusionados porque en una semana partirán hacia un campamento de verano cerca del mar. Una vez allí, un fortuito y alarmante hallazgo convierte la que iba a ser una semana divertida y aventurera en una inquietante estancia que les obliga a sentirse aislados e indefensos ante un peligro sobrevenido. Su valentía y la ya vieja amistad que cultivan hará que sepan manejar los azarosos sucesos con una soltura impensada en niños de su edad.