Esta “crónica” es un intento de recoger en un solo volumen la historia dispersa de la villa de Santa Cruz desde su nacencia hasta nuestros días. Santa Cruz, aparece al caminante sin apenas darse cuenta, escondida en lo más alto del mirador del Salsum, abrazada por los caminos campiñeses de trigo y olivar, exenta en el término de Córdoba hasta el día de su integración en la capital de la provincia, envuelta en un halo de orígenes ignotos, ya que nadie, nunca jamás, se ocupó de ella. Su historia es diminuta en la letra y en las citas genealógicas, pero su instinto de supervivencia la hizo inmortal al paso de los tiempos. Nunca tuvo castillo, ni palacio, ni casas señoriales, ni torres, ni condes, ni duques, ni ricos-homes, ni hijodalgos, asentados en su caserío. Su alma caminera la convirtió en vórtice de caminantes, encrucijada de la historia, descanso del viajero, del tratante y del guerrero que andaba los senderos de Corduba, Iliberri, Ategua, Egabrum, Ucubi, Poley, Bursabolis, Iponuba…, lugar en el camino por el que todos pasaron, y nunca se quedaron. Santa Cruz solo es un añadido histórico de Córdoba, de Guadalcázar, de Aguilar, de Montilla… a las que perteneció, y de las que nunca fue, y sólo le legaron breves retazos perdidos entre los legajos de sus respectivas crónicas.
Ordep Osonier