En esta obra, el autor invita a los lectores a seguir sus pasos en un camino que los puede llevar bien lejos, pero para permanecer en esta senda se verán obligados a hacerse de manera continua las preguntas más pertinentes. Tendrán que reflexionar también sobre el porqué de cosas que parecen evidentes cuando en realidad no lo son tanto.
Y tendrán que aprender a investigar por ellos mismos si quieren saber más a medida que se presenten situaciones, digamos difíciles, que no esperaban, que no habían imaginado y que, finalmente, trastocan en cierto modo sus líneas de pensamiento establecidas.
Es muy posible que algunos tiren la toalla en el camino, abandonando la búsqueda que habían emprendido y regresando a las cosas de siempre, las más convencionales, las más éticas para ellos. El autor está convencido de que se trata de una minoría. Y está dispuesto a seguir contra viento y marea, junto con los demás que hayan optado por aceptar el desafío…
Maxime Grégoire Valmorin nació en Guadeloupe, una pequeña isla francesa del mar Caribe. Con cinco añitos, sus padres lo llevaron a París, donde cursó sus estudios. En principio, tenía que pasar el resto de su vida laboral trabajando (o mejor dicho, encerrado) en un despacho. Pero el caribeño soñaba con otras cosas: libertad. Y para conseguirlo estuvo dispuesto a hacer de todo. Y realmente llegó a hacer de todo: limpiador de cristales, recepcionista, arquitecto, asador de pollos, camarero, agricultor, cocinero, viticultor, vinicultor, albañil y hasta de churrero (en un artículo del periódico EL PAÍS no dudaron en calificarlo como el «churrero más famoso de España»).
Y después de haberlo probado casi todo, Maxime Grégoire por fin pudo cumplir el sueño de su vida: ser escritor. De sus vivencias aprendió a nunca rendirse para seguir siendo libre y para surcar las dificultades de la vida, y Dios sabe que tuvo que pasarlas canutas en ocasiones. Pero aquí está para presentarnos su primera obra literaria: Crónica de una matanza anunciada.