¿Quién inventó el matrimonio? ¿Qué hace una institución en medio de una historia de amor? ¿Es posible que el amor sea proclamado en una ceremonia, que sea objeto de un contrato y que un documento lo certifique? ¿Acaso es un sistema legal lo más apropiado para organizar el amor? El autor trata de dar respuesta a estas preguntas a partir de una realidad constatada en todo ser humano: la gran necesidad de ser amado y la escasa capacidad para amar.
Esta pobre habilidad del ser humano para el amor adecuado tiene su paradigma histórico en la revolución sexual de la segunda mitad del siglo XX. Descubierta la posibilidad de vivir la sexualidad de un modo insospechado hasta entonces, se acusó al matrimonio de ser una institución que no sirve para organizar el amor. Desde entonces, el matrimonio ha sufrido una prolongada y profunda revisión bajo el pretexto de ofrecer a las sociedades modernas algo mejor que una unión basada en una deuda de amor.
El transcurso de dos generaciones desde aquella revolución sexual ha bastado para poner de relieve que el ensayo de lo que se llamó amor libre es un verdadero fracaso social. Si un mayor número de opciones sexuales no se traduce en un mayor índice de felicidad humana, significa que algo hay en el amor humano que reclama otra forma de entenderlo y otra forma de vivirlo.
José Jaime Rico Iribarne es licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra (1986), diplomado por el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Libre de Bruselas (1988) y máster en Ciencias Jurídicas por la Universidad de Lleida (2014).
Durante su actividad profesional como abogado ha vivido la progresiva sustitución del matrimonio legal por una unión civil provisional, disponible individualmente y desprotegida por los poderes públicos que, siendo distinta del matrimonio, conserva su mismo nombre. Este nuevo modelo de unión ha sacrificado el compromiso en el altar de la libertad individual, sin que todo esto haya significado una mejora manifiesta en la manera de vivir las relaciones afectivas entre personas que desean —o algún día desearon— tener un proyecto de vida en común. El resultado es el completo oscurecimiento de la realidad del matrimonio, que es percibido como una mera convivencia legalizada y sujeta a la provisionalidad de los sentimientos de los esposos. En respuesta a esta situación, el autor nos propone un viaje a la esencia del matrimonio, donde los conceptos de persona y verdad permiten descubrir un modelo de amor que determina el modelo de unión.
