La plaza de la iglesia, la cuneta de la carretera o las calles del pueblo eran los lugares elegidos para nuestros juegos, por parte de aquellos que en el siglo pasado éramos niños.
El escondite, buscar tesoros, caminar sobre botes atados con cuerdas como si fueran zancos, construir espadas de madera o hasta el simple deambular por nuestras calles, era motivo suficiente para entretenernos. Sí, es cierto, nos divertíamos con cualquier cosa: eran otros tiempos.
Por todo ello, el fin que me he propuesto con este pequeño libro es comentar esos juegos que recuerdo, explicando cómo se llevaban a cabo y así lograr que puedan permanecer en la memoria.