Un paseo fotográfico por el Albacete de los años setenta: edificios emblemáticos hoy desaparecidos por la vorágine constructora, cuevas todavía habitadas, parques y plazas antes de sus modernas rehabilitaciones, comercios de toda la vida que cerraron hace años...
De la mano de Asclepiodoto y su cámara, visitamos el recuerdo de una ciudad que ya no existe y que sin embargo permanece.
Asclepiodoto López Martínez. Nací en Albacete el 6 de Mayo de 1950. Me aficioné a la fotografía por contagio: en mi trabajo (el de comer), había compañeros, muchos de ellos desaparecidos, que hacían fotos con gran afición. Poco a poco me fueron metiendo el veneno en el cuerpo. En mi casa sólo había una cámara, una Werlisa I, que no valía para color, pero fotos hacía, claro que sí. Aún funciona.
Puesto que yo no disponía de ampliadora ni de toda la serie de apechusques necesarios tanto para revelar los carretes como para llevarlos a papel, por la ausencia de la misma, mis compañeros me aconsejaron que me comprara una cámara de formato medio, en este caso de 6X6, y así podría ver más o menos grandes los negativos por contacto, a golpe de flexo. Así es como me hice con una Brownie Flash de 2ª mano que me trajeron del Rastro. Aún funciona. El principal envenenador fue Ramón Castrillo, después en casa de Vicente Ramos positivé mi primer carrete. Como quiera que Carmelo Rodríguez, al salir del trabajo se “ayudaba” llevando la repostería de un bar, generosamente me prestó su ampliadora y un servidor se instaló en la cocina del mismo. Claro que el follón vino luego cuando el bueno de Carmelo necesitaba platos limpios y, a la voz de ¡platos! yo le decía, ¡un momento, me quedan 2 minutos de fijao!
Luego ya me compré una ampliadora y me instalé en un piso de alquiler.
Desde aquí, quiero expresar mi agradecimiento a todas esas personas.
Ellos me enseñaron que la cámara no es sólo un Polifemo daltónico sino algo más. En blanco y negro no sólo hay dos colores, el blanco y el negro, hay también un 3º, el gris, que aunque parezca invisible, ahí está con toda su discreción y belleza.
Sólo me queda añadir a este currículum, que no he concursado más que una vez ¡y no fui seleccionado ni por el jurado de admisión!
Pobre bagaje el mío, pero no aspiro a nada más que a seguir revelando fotos con toda la ilusión de mundo, como el primer día.
Gracias por vuestra atención.